Oriente próximo representa geográficamente una zona comprendida entre Turquía e Irán, incluyendo la península arábiga. Algunos autores excluyen a Irán, otros incluyen Egipto, etc., e incluso hay quien prefiere llamarlo Oriente Medio, pero la zona mencionada es la que se cita con mayor frecuencia como Oriente Próximo. A su vez, prefiero reservar la denominación de Oriente Medio para el subcontinente Indio. El Oriente Próximo es una región encrucijada en todos los sentidos. Aunque pertenece geográficamente a Asia, es puente hacia Europa y África. Está rodeada por nada menos que los mares Mediterráneo, Rojo, Negro, por el lago Mar Caspio, el golfo Pérsico y el océano Índico. Sus tierras han visto nacer las tres grandes religiones monoteístas; judaísmo, cristianismo e islamismo. Y por ellas han desfilado infinidad de imperios, sumerio, acadio, hitita, asirio, babilonio, persa, fenicio, heleno, romano, islámico, otomano, francés, inglés y en la actualidad pululan los Estados Unidos.
Aunque todas las tierras de Oriente Próximo pertenecen a la religión musulmana, están divididas entre las tradiciones chiíta, ibadí y suní, y esta última está dividida en cuatro escuelas, hanafí, malikí, shafí'í y hanbalí. Destacan tres potencias regionales que suponen los vértices del triángulo regional. Turquía es suní, de la escuela moderada hanafí, es una democracia moderna, con la iglesia y el estado separados y con aspiración a pertenecer a la Unión Europea. Arabia Saudí también es suní, pero pertenece a la escuela rigorista hanbalí, es una monarquía absolutista y cuenta con el Consejo de los Ulemas, un conservador órgano religioso de carácter asesor. Finalmente, Irán pertenece a la otra tradición musulmana, la chiíta, la que considera a Alí, yerno de mahoma, como legítimo heredero del profeta, mayoritariamente pertenece a la rama duodecimana. Irán es una república teocrática, donde la jefatura del Estado está en manos de un ayatolá del Consejo y bajo él se encuentra el poder político en manos de un presidente elegido democráticamente. Los tres vértices del triángulo se disputan el poder de la región, a veces con tensiones latentes. Irán influye en Irak, Siria y Líbano. Arabia Saudí en la península arábiga y Turquía en parte de Irak.
El siglo XX y lo que llevamos del XXI no ha dejado un solo periodo en el que no hubiera guerras o enfrentamientos en Oriente Próximo. Primero con la fragmentación del imperio otomano, luego con la creación del Estado de Israel y sus consecuentes guerras con los países árabes vecinos, y en la última etapa con la guerra de Irak. En la actualidad, cuando Irak aún dista de hallarse estabilizado, se abren nuevos conflictos como el sirio o el iraní.
Nada de todo esto podría explicarse sin mencionar que bajo las tierras de esta región se encuentran los mayores yacimientos de petróleo del mundo, con aproximadamente dos tercios de las reservas mundiales. Eso hace que todas las potencias del mundo quieran posar sus garras en esa zona y eso explica las guerras de Irak I y II, las tensiones entre Turquía y la región del Kurdistán, las tensiones entre Irán y medio mundo, etc. En la actualidad, Irán intenta convertirse en potencia nuclear. Pero en contra de la visión que se quiere transmitir, no lo hace para atacar a nadie, sino para evitar ser atacado. Acceder al club de los países atómicos garantiza una virtual inmunidad frente a ataques masivos de otra potencia. Eso lo han sabido ver los líderes iraníes, que no quieren correr la misma suerte que su vecino iraquí. La solución al problema no es sencilla. Intentar convencer a Irán para que renuncie a su carrera nuclear es poco menos que absurdo cuando existe una decena de países nucleares sin que nadie se lo impida ni les imponga sanciones. Quizá lo mejor sea seguir con las actuales presiones pero no para evitar el programa nuclear, sino para conducirlo por vías de consenso, con observadores internacionales y con garantías de que no van a emplear su potencial contra otros países.