Con el fin de la Guerra Fría, comienza una nueva época en las relaciones internacionales, caracterizada por el desbloqueo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Motivo por el cual, se produce una eclosión en el número de misiones de paz autorizadas por este Consejo, así como un aumento en sus cometidos. La característica más importante de esta generación es que responde a conflictos entre facciones intraestatales, lo que comúnmente llamamos guerras civiles. Estos conflictos estaban originados por el enfrentamiento entre los bloques soviético y occidental, que se traducía en conflictos entre las facciones que defendían a cada bloque. Finalizada la Guerra Fría, el bloque soviético deja de financiar a muchas de las facciones que luchaban en múltiples conflictos y se abre una etapa de armisticios. Estos conflictos estaban concentrados fundamentalmente en el cono sur de África, en Centroamérica y en Camboya.
El mandato de estas misiones contaban con las mismas premisas que en la anterior generación: autorización para el despliegue de las partes, dirección por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y uso restringido de la fuerza, reservado a la legítima defensa. Sin embargo, la coyuntura de los países envueltos en estos conflictos, obliga a adoptar nuevas medidas, que requieren a su vez de componentes adicionales en la misión. En efecto, estos países se encuentran en tal grado de devastación que necesitan reconstruir sus instituciones y sus infraestructuras como paso indispensable para garantizar la paz. Por este motivo, las misiones de paz de esta generación, a diferencia de la anterior generación, cuentan con divisiones civiles, encargadas de reconstruir las estructuras estatales y garantizar la seguridad y la gobernabilidad. Por este motivo, el jefe de estas misiones suele ser civil, al contrario de la anterior generación. La primera misión de esta generación fue la UNAVEM I, en Angola, a finales del año 1988.
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