El conflicto ucraniano responde al perfil típico de "guerra civil internacionalizada", similar a los casos de Angola, Afganistán o Siria, por citar solo algunos ejemplos. El conflicto deviene de las rivalidades entre ucranianos prorrusos y ucranianos proeuropeos, que no han encontrado solución a sus rivalidades y la situación ha derivado en hostilidades. Los intereses de Rusia se encuentran enfrentados a los occidentales, pues ambos aspiran a influir en el país y disponer de relaciones comerciales preferentes. La solución a este conflicto estaría, como cabe imaginar, en un acuerdo entre Rusia y Estados Unidos, al que se sumarían sin mucha dilación el resto de países que integran el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Sin ese acuerdo, el Consejo se encontrará bloqueado por la capacidad de veto de ambos países. Esta situación nos recuerda al mundo bipolar que caracterizó a época de la Guerra Fría.
La solución pasaría por desplegar una misión de mantenimiento de paz, como las dispuestas en Angola, Namibia o Bosnia, por parte de Naciones Unidas o, quizá, de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa). Sin ese acuerdo, el conflicto parece abocado a una guerra cruenta, como sucede en Siria, por los mismos motivos.